¿Qué dice el currículo asturiano de infantil al respecto?
La neuroeducadora Carlota López Peredo impartirá dos talleres en el colegio
Andolina
ELENA RODRÍGUEZ GIJÓN.Martes, 23
enero 2018.
Neuroeducadora, licenciada en Bioquímica y maestra en Educación
Especial, Carlota López Peredo (Madrid, 1975)
trabaja en Madrid en Brain me, un centro de
desarrollo en el que ayuda a niños con dificultades y trastornos de aprendizaje
y a sus familias. Estará en Gijón este viernes, sábado y
domingo en el colegio Andolina, en los cursos que ha organizado el
centro, gestionado por una cooperativa de familias y que educa respetando el
ritmo de aprendizaje de cada alumno. El primer día hablará sobre cómo actúa el
cerebro ante los videojuegos y otras plataformas digitales y los dos siguientes
impartirá el taller 'Las claves y herramientas del neurodesarrollo infantil'.
-¿Cuál es la radiografía sobre la exposición de niños y jóvenes a
videojuegos y otros dispositivos?
-En general, cada vez
hay un mayor uso de plataformas digitales (tablets, ordenadores, móviles,
consolas...) y ocupan una franja de juego mayor. Dependiendo de los estudios,
podemos hablar desde tres y once horas diarias, un dato escalofriante.
-¿En qué horquilla de edad?
-Desde seis años hasta
adolescentes, que pasan entre ocho y once horas diarias delante del ordenador.
-¿Cómo reacciona su cerebro?
-Hasta los veintiún
años, el cerebro aprende lo que practica con más asiduidad. Si pasan mucho
tiempo delante de una pantalla con juegos que, en vez de ser educativos y
fomentar sus habilidades, van acompañados de agresividad, veremos el daño que
causan al desarrollo cerebral, con patrones que se asemejan muchísimo a los que
hay en la adicción alcohólica.
-¿Qué efectos causan?
-Mientras el niño está
sentado, el cerebro está viendo e imaginando una serie de acciones que suelen
ser más o menos agresivas. Hay una serie de reacciones bioquímicas que tratan
de dar respuesta a lo que pasa en la pantalla y le activa. Necesita dar salida
a la energía que se está creando en su sistema nervioso.
-¿Afecta al rendimiento en el aula?
-Tienen menos
capacidad para estar centrados en estímulos que no son tan interesantes para
ellos como los de una pantalla digital, con movimiento, imágenes sonidos... El
sistema segrega dopamina, una de las hormonas del placer y les hace ser casi
adictivos a ese tipo de experiencias. Por tanto, cuando luego se sientan
delante de un libro y el cerebro no funciona de la misma forma, no tienen esa
sensación de placer, se aburren y no quieren utilizarlo. Se sienten mejor
jugando.
-Por eso las nuevas tecnologías empiezan a ganar terreno en clase...
-Así es. Desde el
ámbito educativo se trabaja cada vez más con aplicaciones y programas que
permiten ver los planetas, el cuerpo humano por dentro, trabajar las
matemáticas de forma lúdica.... Se trabaja también por proyectos, de manera
cooperativa, implicando a los alumnos en el aprendizaje a través de la
experiencia. Así, entran en un circuito mental en el que la satisfacción y las
recompensas son mayores que cuando se recibe la información directamente de un
libro.
-¿Qué mensaje quiere trasladar en el taller a familias y docentes?
-Hay que aceptar que
los videojuegos y las nuevas tecnologías son parte de nuestro día a día. De lo
que se trata es de crearles una buena rutina, eficaz para el crecimiento, que
combine el juego al aire libre y social con un tiempo limitado y bajo
supervisión de los nuevos dispositivos.
-Según un estudio de la comunidad de Madrid, solo la mitad de los padres de
Secundaria vigila a qué tipo de información acceden sus hijos.
-Una de las cosas que
tratamos de evitar es que un niño de siete años tenga acceso total a internet.
Porque los padres pueden dejarle la tablet para que vea los dibujos, pero si
están a otras tareas, es tiempo en el que el niño no está bajo su supervisión.
Son niños que todavía no tienen las estructuras adecuadas para recibir cierto
tipo de información, tomarla libremente o entrar en redes sociales, cuando
todos sabemos el tipo de peligro que puede haber, con personas con identidades
encubiertas. Los niños tardan entre seis meses y un año en alertar del mal que
les está causando otra persona a través de las redes.
-Desde su experiencia, ¿qué límites establecería?
-Creo que hasta los
seis años no se debería exponer a los niños a este tipo de usos, aunque
entiendo que es complicado. Para lo móviles, sería bueno esperar a los doce
años, una edad en la que ya hay un poco de control y empiezan a tener otro tipo
de procesamiento mental, aunque aún siguen necesitando mucho control parental.
-En el otro taller hablará de los hitos en el neurodesarrollo infantil.
-El cerebro es como
una especie de hardware. Los hitos son esos programas básicos que tiene nuestro
sistema nervioso central para ayudarnos a ser autónomos. Simplificando, los que
nos permiten, de bebés, arrastrarnos, gatear, ponernos de pie, caminar, correr
y utilizar el cuerpo de diferentes maneras. De 0 a 3 años, los niños crean patrones
físicos, de movimiento y sensaciones, que son los que luego les permiten poder
estar sentados fácilmente en una silla, mirar una hoja sin cansarse y leer sin
saltar el renglón. Cuando ya tienen esas habilidades físicas adquiridas, pueden
procesar la información.
-Es usted especialista en los métodos Brain Gym y MBL. ¿Puede explicar en
qué consisten?
-Utilizan el
movimiento para afianzar todos esos procesos físicos que se necesitan para
luego aprender bien en el colegio. Para el cerebro es muy importante
automatizar esas habilidades físicas para aprender. Otro de los aspectos que
abordamos con el Brain Gym y el MBL (éste, enfocado a necesidades educativas
especiales), es la liberación del estrés. Usamos también el movimiento.
-La etapa de 0 a 3 es vital.
-Sí, como la de tres a
seis años, porque es el inicio del aprendizaje académico. Desde nuestro punto
de vista, es demasiado temprano. Abogamos por colegios en los que en esas
etapas se trabaja la independencia, el conocimiento del cuerpo, la interacción
social y el aprendizaje de rutinas más que otro puramente académico. A los seis
años, que es cuando neuromotriz y neuropsicológicamente el sistema está
preparado para leer, lo hacen de una forma homogénea. No hay necesidad de
empezar antes si lo que hemos hecho hasta los seis años es una buena
preparación al desarrollo de todas esas habilidades físicas.
-El aprendizaje de la lectoescritura empieza con tres y cuatro años.
-Sí, pero en un
porcentaje muy grande los niños no están preparados para ese aprendizaje.
Aprenden gracias a compensaciones y en un proceso doloroso y de frustración.
Por tanto, consideramos que, siempre que el sistema esté preparado, el comienzo
más adecuado es a partir de los seis, siete años. Es el enfoque en el que están
trabajando las escuelas filandesas y algunas alemanas.
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